El Castillo de los Templarios es un edificio medieval complejo. En ocasiones, la falta de datos y la información contradictoria han permitido que la fortaleza mantuviera cierto halo de misticismo, dada su proximidad con la leyenda y la implicación de la Orden del Temple. La imagen del Castillo es fuente de inspiración para el romanticismo y escenario de algunos pasajes de la obra literaria El Señor de Bembibre, de Gil y Carrasco.
El Camino de Santiago favoreció, el nacimiento de la villa y la presencia de los templarios. Desde el siglo XI, los acontecimientos en el Camino, Ponferrada y su fortaleza perfilaron y entrelazaron sus historias con épocas de auge y declive. Finalmente resurgió con mayor fuerza y presencia a partir del siglo XX.
Te invitamos a descubrir parte de su Historia, con la esperanza de despertar tu curiosidad y el deseo de conocer en primera persona este hermoso legado.
EL PRINCIPIO. EDAD DEL HIERRO – SIGLO XI
Los restos encontrados en el interior del Castillo datan sus orígenes en un antiguo asentamiento de la primera Edad del Hierro. Esta situación estratégica y defensiva fue utilizada durante siglos por diversos pobladores. Su elevada ubicación y la escarpada ladera del río Sil servían de protección natural ante posibles asaltos.
En el siglo I, uno de los doce apóstoles, Santiago el Mayor (Hijo del Trueno), cruzaría el Mediterráneo para predicar el Evangelio en Hispania. Concluida su misión, regresaría a Jerusalén, donde el rey Herodes de Agripa I le daría muerte en el 44 d.C. Se cree que dos de sus discípulos regresarían su cuerpo a Galicia, donde sería finalmente enterrado. Según la tradición, en el siglo IX el obispo Teodomiro encontró su tumba, dando origen al Camino de Santiago. Durante el siglo XI comienzan las obras de la catedral de Santiago sobre los restos de la tumba del apóstol y la Ruta Jacobea se convierte, tras Jerusalén y Roma, en una de las tres grandes peregrinaciones de la cristiandad.
Mientras, en Ponferrada, el obispo Osmundo manda construir un puente reforzado con hierro (Pons Ferrata, hacia 1090) para facilitar el cruce del río Sil a los peregrinos. En las inmediaciones del puente varios grupos de personas comienzan a asentarse en lo que siglos más tarde daría lugar a la ciudad de Ponferrada.