Hace siglos, en pleno corazón de los Montes Aquilianos los monjes encontraron el lugar perfecto para la oración y el retiro. El monasterio de San Pedro de Montes, fundado en el siglo VII por San Fructuoso, se convirtió en uno de los más poderosos de la época en cuanto a dominios y hegemonía económica. Ubicado en el Valle del Oza, se encuentra, junto con la iglesia de Santiago de Peñalba, en la denominada Tebaida Berciana.
TRECE SIGLOS DE HISTORIA
En el año 635 se levantan las primeras piedras de este monasterio que será posteriormente ampliado por los discípulos de San Fructuoso. Los escasos restos visigodos que han sobrevivido hasta nuestros días probablemente procedan de una primitiva ermita de esta época. Años más tarde los musulmanes invaden el territorio destruyendo, entre otros, este monasterio. Será San Genadio quien inicie su reconstrucción en el año 895.
Del siglo XI al XIII el monasterio vive su época de máximo esplendor, a la cual proseguirán continuas épocas de crisis, reformas y declive. En el siglo XVIII aumentan las rentas del monasterio y con ellas el número de monjes y de reformas. Los proyectos llegan hasta el XIX pero se ven truncados por una serie de acontecimientos: la guerra de Independencia y crisis económica, la desamortización de Mendizábal de 1835 y un posterior incendio que arrasó gran parte del monasterio. En 1999 el arquitecto Eloy Algorri comienza la restauración de sus restos bajo el Plan Director de la Junta de Castilla y León. Los trabajos realizados recientemente bajo la dirección del mismo arquitecto, ponen de relieve la importancia de este enclave y nos permiten disfrutar de su belleza arquitectónica.
EL MONASTERIO
Son varias las partes que conforman este conjunto y que agrupamos en tres: el claustro, la iglesia y las dependencias privadas de los monjes. Del claustro se conserva parte de su arquería primitiva.
Desde este patio, lugar de recreo de los frailes, se tienen hermosas vistas del valle. La iglesia es la parte mejor conservada. Es de planta basilical con tres naves y en su interior encontramos destacadas piezas de arte sacro siendo una de ellas una Inmaculada de origen napolitano. En las ventanas del último cuerpo de la torre se observan capiteles de estilo visigodo. Las dependencias del monasterio se encuentran al sur y este de la iglesia, donde los últimos trabajos desarrollados han recuperado las salas de uso privado y común que utilizan los monjes.